Milei se empeñó en convertir aliados en enemigos y terminó poniendo en riesgo su propio éxito
- Ricardo Gurgel
- há 6 dias
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La obsesión de ver traiciones en cualquier gesto hizo que Milei perdiera el apoyo de su vice en el Senado, un voto clave para garantizar los desempates y articular la aprobación de proyectos difíciles. Además, la falta de freno a la hora de insultar a cualquiera que quisiera simplemente debatir algún punto, muchas veces mínimo y sin riesgo real para las reformas— alejó a numerosos políticos moderados. Muchos de ellos, con una buena conversación y algunos ajustes de convergencia, habrían votado con Milei.
La Argentina venía avanzando en varios aspectos, pero ahora corre el riesgo de retroceder por la venganza de un Congreso maltratado. Le faltó tacto político a Milei y a parte de su equipo. Fue innecesario perder aliadas como Diana Mondino, al igual que los agravios contra dirigentes que, en los hechos, coincidían más de lo que discrepaban con él. Estos errores, sí, ponen en riesgo todo el avance de las reformas. La verdad es clara: un genio puede tener poca inteligencia en las relaciones humanas. Lamentablemente, el principal responsable de la actual caída de confianza y del miedo generalizado en los mercados es el propio presidente, que abrió la puerta para que el Congreso tome las riendas del país, desmontando sus proyectos.
Con elecciones en el horizonte, un mal resultado puede generar un nuevo círculo de inestabilidad y más presión sobre el dólar, moneda de la que la Argentina sigue siendo brutalmente dependiente. La historia se repite: presidentes que no saben lidiar con el Congreso terminan derrotados por detalles simples, como la incapacidad de evitar insultos. Unos pocos votos más, conquistados con mejor trato, habrían sido suficientes para que hoy Milei celebrara a lo grande una nueva Argentina.
Es triste constatar que, innecesariamente, eligió herir y agredir el ego de personas que estaban a su lado. Esa manía de persecución, alimentada por voces internas o pésimos consejeros, lo colocó en una situación peligrosa, aunque fácilmente evitable con un mínimo de habilidad e inteligencia emocional.
Así, un país que venía acumulando avances corre riesgo de retroceder, de reactivar la fuerza retrógrada del peronismo en el centro, rivalizando y destruyendo las reformas en marcha. El peronismo y el kirchnerismo estaban agonizando, sin fuerzas para frenar a Milei. Pero al crear nuevos enemigos, el presidente inevitablemente fortaleció a adversarios casi derrotados. Este resurgimiento de la oposición nace del mismo error ya visto en otros contextos: el miedo a eliminar a un rival termina dándole aire a quien debería estar fuera del juego, y ahora la Argentina sufre, otra vez, las consecuencias del propio ego presidencial.
A Milei le faltó la templanza y la comprensión del juego político que alguien como Claudio Zuchovicki, otro genio de la economía, seguramente habría tenido. Zuchovicki comparte más del 90% de la visión económica de Milei, pero a diferencia de él, sabría conducir con habilidad el diálogo con el Congreso. Incluso habría logrado victorias improbables que hoy se echan en falta por no haber sido aprobadas.
Este domingo puede volverse aún más preocupante con los resultados que llegarán más tarde. Si son positivos, que sirvan para que Milei haga un examen de conciencia y reflexione sobre la confianza ciega en sus consejeros más cercanos. Es necesario moderar el trato con las personas: no se trata de alinearse políticamente con los adversarios, sino de respetar al menos a los moderados, conquistando votos que no costarían nada. De lo contrario, seguirá acumulando derrotas gratuitas que, al final, lo perjudican directamente a él mismo.
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